¿QUÉ BENEFICIOS PODEMOS CONSEGUIR A TRAVÉS DE LA MEDITACIÓN?




Los beneficios de meditar se pueden resumir del modo siguiente: 



 • Relajación física. La meditación implica un permitir, un dejar pasar, una capacidad progresiva para renunciar a la tensión física y mental. Pero también lleva implícita una relación especialmente benéfica, que se traduce en una plena atención, un estar alerta que garantiza que cada cuerpo utiliza la cantidad de energía estrictamente necesaria no sólo para que permanezca sentado y con la espalda erguida, sino también para que realice, sin dificultades, las tareas físicas diarias. Dicho en otras palabras, la meditación reeduca el cuerpo, eliminando los malos hábitos de la tensión física y los sobreesfuerzos innecesarios que solemos asumir desde una etapa excesivamente temprana de la vida, además de procurar una mayor consciencia corporal.
 

• Más consciencia sobre los procesos del pensamiento. Eso no significa que puedas ni debas interrumpir a tu antojo, los pensamientos o ideas indeseables, sino que gracias a la fuerza de la atención los pensamientos no pueden dominar su mente. La persona es consciente de sus pensamientos, pero sin estar atado a ellos. De este modo, las ideas ingratas no consiguen preocupar, inquietar o perturbar tanto la mente del meditador. 

• Tranquilidad creciente y capacidad para superar el estrés. Al igual que los pensamientos dejan de tener poder para dominar al meditador, lo mismo sucede con las emociones. La persona puede sentir tristeza o enfado, pero tal y como sucede con las ideas, esas emociones se mantienen a una considerable distancia, y a pesar de ellas, experimentar una poderosa sensación de paz y tranquilidad interior. 

• Desarrollo de la consciencia. La consciencia consiste en la capacidad para darse cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor, y de desviar la atención de una cosa a otra tan pronto como hace su aparición, en lugar de distraerse con los pensamientos y diálogos interiores de cada día, como si estuviésemos soñando despiertos. 

• Fomento de la autocomprensión. Si nos preguntaran si nos conocemos a nosotros mismos, generalmente responderíamos que sí. Pero, en realidad, la mayoría de nosotros somos unos perfectos extraños en nuestra propia mente. Tendemos a vivir en la superficie de nuestra vida interior, y sólo tenemos presente los pensamientos superficiales, ignorando lo que pasa en los niveles más profundos del inconsciente. Incluso pasamos por alto de dónde derivan nuestras ideas o cuáles son sus orígenes. 

• Desarrollo del pensamiento creativo.

La creatividad implica acceder o abrirse a los niveles inconscientes de la mente, donde nacen los pensamientos originales. Cuanto más sosegada esté la mente consciente, más capaces seremos de alcanzar dichos niveles.


• Desarrollo de la memoria.
Una buena parte de nuestro olvido se debe a nuestra incapacidad para concentrarnos en lo que sucede en el entorno, y, en consecuencia, para almacenarlo en nuestros bancos de memoria. En gran parte se debe a la interferencia de la mente consciente, sobre todo cuando estamos preocupados o ansiosos, como por ejemplo, antes de hacer un examen. La meditación ayuda a apaciguar estas emociones inhibidoras y nos permite recordar las cosas en el momento necesario. El ejercicio y desarrollo de la consciencia también contribuye a potenciar la memoria. En este sentido, no conseguiremos recordar las cosas con regularidad a menos que seamos plenamente conscientes de ellas. Con frecuencia, acusamos a los niños de "estar en las nubes" o de olvidar cosas que para nosotros son importantes. Pues bien, el problema consiste (por lo menos parcialmente) en que pasamos tanto tiempo diciéndoles que piensen, que cerramos una buena parte de su consciencia del mundo exterior.  

 • Fomento del desarrollo espiritual. No hace falta ser religioso o estar interesado en la religión para reconocer el valor intrínseco de la meditación, a pesar de que, en muchas de las tradiciones religiosas del mundo, ésta es inseparable del desarrollo espiritual. Por el momento, no es necesario añadir nada más sobre esta cuestión, salvo que para todos los practicantes, cualesquiera que sean sus creencias religiosas, la meditación les puede ofrecer una nueva forma de ver el mundo, una vía en la que la interdependencia de todas las cosas se transforma en una experiencia vívida, y en la que los sentimientos de compasión y de amor hacia el prójimo se convierte en una parte integral de la visión del entorno.  

Además de estos beneficios psicológicos y espirituales, la meditación también es provechosa en términos de salud. Aunque varía de una persona a otra, en general se puede incluir el descenso de la tensión arterial, el descenso del ritmo cardíaco y otros muchos beneficios psicológicos derivados de la relajación y del descenso de los niveles de estrés. Estos beneficios no sólo actúan durante la práctica concreta de la meditación, sino que se extienden a la vida diaria. Habitualmente, los meditadores se sienten más tranquilos y menos propensos a la ansiedad y a las emociones negativas, así como más capacitados para afrontar los desafíos y las tensiones propias de la vida. 

Por otro lado, al tener en orden sus ideas en la mente gracias a las prácticas de meditación que han realizado antes de ejecutar cualquier tarea que exige un esfuerzo agotador, muchas veces son capaces de hacerla de un modo más satisfactorio y con menos presión. La meditación no es algo que sólo se pueda hacer sentado en un almohadón con las piernas cruzadas, sino que también se puede meditar de pie, tumbado o sentado en una silla.

 El estado mental es mucho más importante que la posición del cuerpo, aunque estar sentado con la espalda recta ayuda a ejercer la atención y la atención constituye una parte fundamental de la meditación. Por otra parte, la meditación tampoco es algo que sólo se pueda realizar en el silencio y la intimidad del dormitorio. En realidad, se puede meditar prácticamente en cualquier parte (en un tren, esperando el autobús, antes de asistir a una reunión o a una entrevista, etc.) y en cualquier momento del día.  

A diferencia de muchos adultos, los niños no suelen sufrir de tensión arterial alta o trastornos cardíacos, aunque es probable que las semillas de éstas y de muchas otras enfermedades típicas de los adultos se gesten durante la infancia. Cuanto más ayudemos a los niños a estar en paz con su propio cuerpo, más posibilidades tendremos de estar ayudándoles a evitar esas letales patologías en el futuro.
Con información de: www.proyectopv.org

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